lunes, 6 de diciembre de 2010

21/10/2007

Adoro la vida que vivimos porque está llena de guiños que debemos interpretar, captar y transformar en sueños, ideas y pensamientos. Pero no debe tomarse como ningún tipo de reto. Ya sé que queda muy bien eso de que “la vida es un reto” y cosas similares. Pero en realidad, si se piensa un poco, la vida no es ni más ni menos que eso…, VIVIR.

El día a día, no es que sirva de mucho. Sirve para ir viendo lo que nos depara el ir viviendo. Lo que verdaderamente sirve y te hace crecer personal y espiritualmente, son todos aquellos momentos en los que estás tú solo contigo mismo, cierras los ojos, y dejas que toda la información que no te llega y que no asimilas en el día a día entre lenta y pausadamente en tu interior.

De puertas para afuera de nuestro interior, actuamos de una forma. Sin embargo hacia nuestro interior, lo hacemos de otra. ¿Por qué? Es evidente: es más cómodo desarrollar nuestra conciencia hacia nosotros mismos que hacerle entender a los demás el desarrollo de nuestra conciencia.

Nuestra sociedad se pasa el día corriendo hacia todas partes sin llegar ninguna en concreto. Y la muy joía no quiere parar. No señor. No le sale de las pelotas parar. Si se parara, todos veríamos las cosas desde el prisma de la tranquilidad, el sosiego y la buena voluntad. Lo malo es que entonces muchos mal nacidos tendrían que cerrar el chiringuito.

¿Cómo te va, Leandrito? ¿Mat 2? ¿Mat 3? Hecho de menos nuestras largas conversaciones sobre vete a saber qué. Sin duda te fuiste porque eras demasiado bueno para este mundo. Ya cumpliste lo que te había sido encomendado. Bien por ti, querido amigo. ¿Sabes? De siempre he sido un soñador. Pero, en el fondo, tú lo eras más que yo. Demasiada bondad te mató. Allá donde estés, procura darme un pescozón cuando lo merezca. Me joderás, pero será bien recibido en el fondo. A fin de cuentas, en esto de la espiritualidad, me llevas ventaja…

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