Cuando cierras los ojos durante unos minutos, consigues que el tiempo se pare. Es ese no importarte nada de lo que esté sucediendo a tu alrededor, en tu vida, en el mundo. No se trata de perder el tiempo, sino de "abandonarlo" por un rato. Vivimos pendientes del tonto del "tic-tac", y eso hace que nos olvidemos de nuestro propio "tic-tac" interior. Y es el más valioso. Parece ser que, fuera de nuestro interior, todo son prisas, rapidez, velocidad, acción inmediata. Y claro, pretendemos ser de la misma manera por dentro. Y eso no puede ser. De hecho, no es.
Fuera de nuestro ser, pretende guiarnos un cronómetro.
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