lunes, 6 de diciembre de 2010

26-12-2009

Hace tiempo, mucho tiempo, quizás ya demasiado, aprendí a cerrar los ojos para ver la vida tal y como realmente es: hermosa, maravillosa, dichosa. Intentaron que no fuera así. Y la verdad es que se lo trabajaron.

Los medios de comunicación, sin excepción, quisieron bombardearme SOLO con noticias malas y horrendas, a todas horas. Los políticos quisieron hacerme creer que las derechas eran mejores que las izquierdas, y, al mismo tiempo, que las izquierdas eran mejores que las derechas. También se emperraron en querer mostrarme que los nacionalismos de toda índole eran el cáncer de la sociedad, mientras que, de pasada, también insistieron en que esos mismo nacionalismos eran el futuro prometedor que se avecinaba, pleno de alegría y esperanza. Los religiosos, con el hombre vestido de blanco a la cabeza, volvieron a insistirme en que SU mensaje era el único válido y que, además, debía preocuparme y ocuparme de la "salvación" de mi alma; exhibiendo un ÚNICO mensaje para, se supone, toda la humanidad. La gente de la calle, conocidos y desconocidos, no dejaron de insistirme en que me moviera deprisa, deprisa, muy deprisa. A lo que se ve, la vida corría por delante de todos y, claro, uno no podía quedarse atrás.

Un día fui a visitar a una persona al hospital. La encontré con un agujero en el cuello a través del cual se le podía ver la columna. No podía hablar, así que se comunicaba conmigo escribiendo. Me contó que no podía dormir porque le ponían vecinos de cama que no paraban de roncar. Tenía cáncer y se estaba muriendo. Entonces le pregunté si creía en los Reyes Magos. Escribió que "NO". Y yo le dije que esos Reyes Magos que, al parecer, no existían, habían pasado por mi casa dejando en ella una pequeña radio con auriculares para él. Aquel hombre sonrío como he visto sonreír a pocos en mi vida. Ahora podría ponerse la radio y dormirse con tranquilidad pese a los ronquidos del vecino de turno. Le cayeron un par de lagrimillas de agradecimiento emocionado. Me cogió la mano mientras mostraba su enorme alegría. Me despedí de él, quizás hasta nunca. No sé si la semana que viene estará todavía en el pabellón de enfermedades infecciosas al que acudimos los voluntarios de la cruz roja a visitarlos para conversar con ellos. ¿Y qué más da? Al fin y al cabo, como digo yo, morir es dormirse.

Al salir del hospital estaba lloviendo. ¡Genial! Y, cosa curiosa, me acordé de los medios de comunicación, de los políticos, de los religiosos y de la gente que cree a pies juntillas que esto de la vida siempre ha de ser con prisa. Y sonreí yo también. Y entonces me puse a pasear por la calle, despacio, muy despacio, exageradamente despacio, como a cámara lenta. Es Navidad, así que había un montón de gente en la calle. Y varias personas que me adelantaron, me decían cosas como "algunos no tiene prisa por nada, joder", o bien "no vas a apagar un fuego, ¿verdad?", y la mejor "esa no es manera de ir por la vida, hombre". Y yo sonreía, sonreía mucho. Pues, pensaba que, si con una pequeña radio con auriculares de apenas 10 euros se puede hacer sonreír a un enfermo terminal..., ¿qué no podremos lograr con un poco de buena voluntad? No sé..., veamos..., ¿qué tal sonreírle a un desconocido porque sí?, ¿y recoger un papel del suelo de la calle aunque no se te haya caído a tí?, ¿probamos, al menos una vez a la semana, eso de andar muy despacio por la calle?, mmmmm..., hay tantas cosas pequeñitas que hacen la vida tan maravillosa. Y no creo que haga falta que sea Navidad para que las hagamos. Porque, verás, tal y como yo lo veo, recoger UN papel del suelo es evidente que no limpia una ciudad. Pero recoger seis millones..., va a ser que sí la limpia. Y si alguien recibe una sonrisa de un desconocido, no digo yo que vaya a estar alegre para el resto de la semana. Pero si recibe esa sonrisa de 40 desconocidos..., posiblemente su humor cambie, y con ello enfoque las cosas de su vida de otra manera, lo cual haga que su vida sea maravillosa en muchos sentidos. Y así sucesivamente...

Por eso me creo que, pase lo que pase, la vida es maravillosa, preciosa. Porque no se trata de lo que hagan millones y millones de personas, sino de lo que hagas tú. Si cierras los ojos te puedes ver haciendo un montón de cosas que alegrarán la vida a tus semejantes. Luego, ya sólo te queda hacerlas. Viene solo...

Feliz Navidad, con todo mi cariño...

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