lunes, 6 de diciembre de 2010

30-08-2008

No pasa nada, deja que todo siga fluyendo. Aprovecharás mil y una oportunidades y dejarás pasar otras tantas. O también, habrán cientos de situaciones que te parecerán hechas para sacarles el mayor jugo posible y luego, como por arte de magia (¿y qué es el destino sino algo mágico?), se desvanecerán dejándote preguntas que solo obtendrán respuesta en el otro lado del escenario de la vida. Y entonces comprenderás los mil y un errores que, como buen humano, cometiste en tu deambular por esta experiencia llamada "vida". Y, por supuesto, lo harás con una amplia sonrisa compasiva y llena de amor. Todo ser humano ha hecho, al menos una vez en su vida, algún que otro castillo en el aire. Y, en contra de lo que opine la oficialidad, eso no es del todo malo. Al contrario. Te da motivos para seguir agradeciéndolo todo. Lo que tienes y lo que no tienes. Lo que tuviste y lo que se desvaneció.

    No pasa nada, mi niño. Deja que el devenir siga llamando a tu puerta y, sin dudarlo, abre todas las puertas que puedas. Ladea la cabeza lentamente hacia un lado y hacia otro, como si de un bebé se tratara. A fin y al cabo, nuestra mente es como un recién nacido. Y nuestro corazón, nuestro Ser Interior, apoya su mentón sobre sus brazos mientras te mira confiado y risueño, viendo cómo te desenvuelves para seguir adelante. Nunca siente lástima de tí, al contrario, se siente alegre de ver como, a tu manera, empujón va, empujón viene, sigues dejando que el viento peine tus cabellos, ora hacia un lado, ora hacia otro.  De sobras sabes que, pase lo que pase, siempre hay otra cosa por pasar.

No pasa nada, deja que siga pasando. Mil gracias doy por el día de hoy. Y por el ayer, esa escuela tan especial y unipersonal que todos tuvimos. ¿Y el mañana? Sonríe, pequeño, sonríe. El mañana es el segundo siguiente de todos y cada uno de tus momentos. El mañana es un microsegundo después del "ahora". Y el mañana es espléndido, sin duda. Lo sé porque, como buen ser humano que soy, estoy dotado de ese sentimiento que nos es innato: la esperanza. Esperanza en que un paso adelante lleve a otro un poco más allá. Esperanza en que un guiño simpático del Universo sea la antesala de una enorme felicidad inesperada. Esperanza en seguir apreciando lo hermoso que es cada uno de los días en los que se te permite seguir aprendiendo.

Por eso, por todo eso, sonrío. A veces con ternura, otras con un gesto alicaído y, también en otras, por supuesto, a mandíbula partida. Porque no conozco mayor verdad que aquella que te dice que pertenecemos a un Universo infinito y maravilloso que nos aporta millones de datos y situaciones que, en el fondo, nos están empujando a no desfallecer. Sonríe, muchacho. Nunca dejes de sonreír...  

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