lunes, 6 de diciembre de 2010

28/3/2008

ESCRITO TRAS 45 MINUTOS DE MEDITACIÓN...
                          
Es hermoso escribir alumbrado tan solo por 14 velas, a cual más brillante y simpática. Solo los tontos soñadores y que sienten algo que les susurra del más allá son capaces de creer que las velas pueden susurrar palabras. Lo cierto es que así lo siento yo. ¿Será verdad? ¿Será mentira? ¿Será cosa de mis cuarenta años? Sea lo que sea, a mi me gusta y me llena...

La primera vela me da la bienvenida. Me dice que, "¡Tranquilo! Total..., sólo vas a escribir tus cosas, mi niño". Me hace un guiño al tiempo que me saluda sonriente con su llama, para hacerse notar. Le gusta el protagonismo, aunque veo de lejos que, en el fondo, en el fondo..., no le gusta.

La segunda vela está un poco triste. Le cae una lagrimilla, pero, afortunadamente, no es suficiente para que su llama se apague. Es que tiene mal de amores. Un candelabro no le hace el caso que ella desearía. "Si se diera cuenta de mis buenos sentimientos...!". Y yo le digo, "tu, tranki. Lo que tiene que suceder, sucede".

La tercera vela me dice que desea jugar al escondite. No sé porqué, pero así es. Cree estar escondida, pero la verdad es que se la reconoce con facilidad. Nunca se esconde por miedo. Es que le gusta jugar. "Vivir es un juego", me dice. Una vela muy inteligente, sin duda...

La cuarta vela está peinándose. Coqueta ella. Me comenta que tiene que dar un discurso ante un gran número de espíritus, esta noche. Está nerviosa porque quiere hacerlo bien y no defraudar a nadie. "¿Y si te sale mal?", le pregunto yo. "Luismi, hombre..., ¿acaso no sabes que tengo toda la eternidad para seguir intentándolo, chato?". Pues..., "touché".

La quinta vela esta roja de vergüenza. "Es que hoy me han dado el primer beso, Luismi". ¡¡¡Ah!!! Ojalá el último que te den sea tan hermoso como el primero, mi cielo.

La sexta vela está sudando. "¿Qué pasa pues, pequeña?", le pregunto yo, curioso. "¡¡Me engañaron, me pegaron, me insultaron, me humillaron, me...!!!". Ey, ey, ey..., respira, despacio..., arriba, abajo..., tan solo estás creciendo. Camino de espinas, camino de rosas. Vas bien, guapa..., vas muy bien...

La séptima vela, no sé porqué, se tapa la cara. Muy lentamente, por no querer hacerle daño, le aparto sus manitas de su delicada cara. ¡Está sonriendo! Y yo le pregunto: "Guapi, ¿porqué te tapas la cara ocultando tu sonrisa?". Y ella, poniéndose un poquito seria, me dice: "Porque la sonrisa que no se ve es la que sale del corazón, Luismi". Y es que no hay nada como aprender de las velas...

La octava vela está casi consumida, le queda muy poco. "¡Pero no creas que estoy triste, Luismi! Al revés. Morir es vivir. Ya te lo diré cuando te visite un día de estos". No dejes de hacerlo, por favor. Será un placer saber algo más de los otros mundos.

La novena vela me dice que la deje dormir. Le pregunto si está muy cansada. "¿Cansada yo? ¡No, hombre! Con ganas de soñar". Entiendo...

La décima vela, parece ser que no está para ostias. Tiene una cara de cabreo impresionante. "Déjame en paz, Luismi", me dice. "¿Hasta cuándo, vela?", pregunto yo. Y ella me dice: "Hasta que me serene, me calme y vuelva a ser otra vez yo. Ya sabes, Luismi. Enfadarse no es más que una de las múltiples manifestaciones del miedo". La dejaré tranquila pues, para que siga creciendo y aprendiendo de su miedo. Creo que esta vela es la más inteligente de todas...

La undécima vela que cuándo será mayor. Yo le digo que, si me hace esa pregunta, significa que ya lo es. Una vela cantarina, esta. Curioso.

La decimosegunda vela está mirando un grano de arena que se trajo de la playa. Según me dice, en la cosa más pequeña y diminuta que podamos sentir, está la esencia de nuestro día a día. Lo malo, me dice, es que esa esencia, que por dentro es inmensa, por fuera es pequeñita, pequeñita, pequeñita. Y claro, apenas la vemos. Por eso está mi amiga la vela mira que te mira el granito de arena.

La decimotercera vela está en un rincón de la mesa. Sola. Apartada. No la molestemos, no sea que interrumpamos su meditación y aprendizaje. Sería una lástima...

La decimocuarta vela está encima de la caja del ordenador, en la posición más alta. Lo ve todo. Me dice que lo ve todo..., menos lo que sucede detrás de ella. Pero no le importa eso. Puede ver su interior, y eso la llena bastante.

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